Para muchos niños pequeños, la succión del pulgar y el chupete es una parte cotidiana y alegre de la vida. Como la succión es un reflejo instintivo y natural del bebé, el uso de chupetes o del pulgar como ayuda para la succión hace que los bebés obtengan una sensación de comodidad, relajación y seguridad.
Según un estudio de la Academia Estadounidense de Odontología Pediátrica (AAPD, por su sigla en inglés), la gran mayoría de los niños dejan de usar el chupete antes de los cuatro años de edad. La succión del pulgar puede ser un hábito más difícil de romper, y tiende a mantenerse un tiempo más si no se interviene. Los niños que sigan succionándose el pulgar o usando chupete después de los cinco años (y especialmente quienes lo hagan después de que comiencen a cortar los dientes permanentes) corren un gran riesgo de sufrir complicaciones odontológicas.
¿Cómo pueden dañar los dientes de los niños la succión del pulgar y el chupete?
La succión del pulgar y el chupete pueden ser muy insidiosos. El daño ocasionado por ambos puede ser difícil de evaluar a simple vista y tiende a producirse durante un período de tiempo prolongado. A continuación, encontrará un resumen de algunos de los riesgos vinculados con la succión del pulgar y el uso de chupete de manera prolongada:
Desalineación de la mandíbula: los chupetes vienen en muy distintas formas y tamaños, muchos de los cuales son completamente antinaturales para que la boca los sostenga. Con el tiempo, el chupete y el pulgar pueden hacer que la mandíbula en desarrollo se desvíe de su alineación correcta.
Caries: muchos padres intentan calmar a los lactantes mojando el chupete en miel o en alguna otra sustancia dulce. Las bacterias bucales se alimentan de azúcar y producen ácidos perjudiciales. Los ácidos atacan el esmalte de los dientes y pueden producir caries pediátricas o durante la infancia.
Estrechamiento del paladar: durante la infancia, las estructuras bucales son extremadamente maleables. La exposición prolongada y repetitiva a la succión del pulgar y el chupete generará que el paladar se estreche (como si se moldeara alrededor del objeto que se succiona). Eso puede provocar problemas a futuro con la dentición.
Dientes torcidos: la succión del pulgar y el chupete puede hacer que, durante su desarrollo, los dientes se tuerzan o inclinen hacia adelante, lo que resultará en una mala apariencia estética. Además, la succión del pulgar y el uso de chupete cuando el niño ya no es tan pequeño, incrementarán la necesidad de tratamientos de ortodoncia más prolongados.
Llagas en la boca: la succión pasiva es mucho menos perjudicial que la succión agresiva. Esta última (que implica hacer sonidos al succionar) podría producir llagas o úlceras en la boca.
Si va a comprar un chupete:
Compre un chupete de una sola pieza para que disminuya el riesgo de atragantarse.
Compre un modelo “ortodóncicamente correcto”.
No lo sumerja en miel ni en otro líquido dulce.
Enjuáguelo con agua (no lo limpie usando su boca) para no transmitir bacterias.
¿Cómo puedo alentar a mi hijo a dejar de succionarse el pulgar o usar chupete?
En muchos casos, los niños dejan el chupete o de succionarse el dedo de manera natural, con el tiempo. Cuando crecen, descubren nuevas maneras de calmarse, relajarse y entretenerse. Sin embargo, cuando la succión del pulgar o el uso de chupete persisten después de los cinco años de edad, podría ser necesario intervenir con delicadeza.
A continuación encontrará algunas sugerencias útiles que le ayudarán a alentar a su hijo a dejar de succionarse el pulgar o utilizar chupete:
Pídale al odontólogo pediátrico que hable con el niño sobre abandonar esa costumbre. A menudo, uno escucha con mayor atención cuando quien habla es un profesional de la salud.
Compre un aparato dental especializado que recomiende la ADA para dificultarle al niño que siga con su comportamiento de succionarse el pulgar o el chupete.
Utilice un sistema de recompensas (no de castigos), en el que el niño gane monedas o puntos para recibir algo que quiere si no sigue succionándose el pulgar o utilizando chupete.
Envuelva los pulgares del niño con telas suaves o colóquele mitones durante la noche.
Si las sugerencias ofrecidas no resultan, es posible que el odontólogo pediátrico pueda ayudarlo. Recuerde que cambiar una costumbre requiere tiempo, paciencia y mucho apoyo.